lunes, 27 de junio de 2011

La mirada apagada, el abuso escondido.

Esta colaboración es muy valiosa para nosotros, por que es la primera voz que  nos dice "yo quiero hablar del tema" "yo tengo algo que contar" Ojala sea el ejemplo que nos traiga muchas otras voces y todos juntos hagamos tanto ruido que ya nunca mas se pueda esconder el abuso sexual infantil.


Muchas gracias por la confianza.

Llegaba a casa de mis abuelitos. Como de costumbre, encontraba ahí a mi tío, siempre tierno, pero taciturno. Con su mirada triste, pero sus palabras alentadoras, incansable, persistente, pero alcoholizado muchas ocasiones, tal como lo vi esa vez.  A pesar de, cuando miraba a mis abuelos y a él, mi mundo se llenaba, eran como mi casa, mi refugio. Sólo que ese refugio tenía sus cuarteaduras, unas muy profundas. 
Esa ocasión, al terminar de saludarlos, mi abuelita me dijo: platica con tu tío, dile que deje de tomar, él te quiere mucho y puede hacerte caso. Pensé: ¿qué le puedo decir yo, escuincla de 17 años? Me dirigí al cuarto donde estaba. Lo saludé y lo abracé. -¿Qué tienes tío?, pregunté. Comenzó a llorar, y yo junto con él. Le dije que no me gustaba verlo así, que él era un hombre muy inteligente, que sabía hacer muchísimas cosas y que era como mi papá, por eso  me dolía aún más verlo entre botellas de cerveza, tequila, etcétera. Le pedí que por favor dejara de tomar, le cuestioné que por qué y para qué lo hacía si después de beber hasta el cansancio siempre se sentía peor y algo más grave le podía pasar.
De pronto me interrumpió. Hoy que recuerdo sus palabras, vuelvo a llorar. ¿Cómo me pides que deje de tomar con lo que me pasó? Hija, lo que yo quisiera es morirme porque lo que tengo es una herida tan grande que no se puede curar. Nadie lo sabe, nadie sabe lo que me hizo ese maldito, ese infeliz que ahora está muerto pero que me jodió la vida. -¿De quién hablas, tío?, le pregunté. De un cabrón que era hijo sólo de tu abuelo, pero que vivió con nosotros mucho tiempo. Gracias a Dios tú no lo conociste. Continuó hablando, sin parar de llorar, callaba por algunos segundos y retomaba su historia.
Yo tenía como ocho años. Éramos muchos en la familia, por eso era fácil que tus abuelos nos dejaran encargados con los hijos más grandes. Pero uno de los mayores era “ese perro”. Él y yo nos íbamos con tu abuelo al negocio y cuando él salía, ese maldito comenzaba a abusar de mí. Me acuerdo de todo, hija. Lo hizo muchas veces y por más que me defendía, no podía hacer nada, me ganaba de tamaño y de fuerza. Y me amenazaba una y otra vez, haciéndome sentir culpable. Me gritaba que tu abuelo y tu abuela nunca me iban a creer porque él era el hijo consentido de mi papá. Ojalá ahora esté en el infierno, yo sé que así es, pero ¿yo cómo le hago con todo esto? ¿Cuántos años han pasado con este dolor? ¿Yo qué hago con esto?
El impacto que me causó su relato no me hizo desfallecer, sino llenarme de coraje y le di todas las palabras de alivio que encontré, le pregunté por qué no había dicho nada. Aún así, nadie espera encontrarse con un caso así de cercano. Un@ siempre piensa que lo malo está fuera, no en su familia. Y no es así. Le pedí que fuéramos a alguna terapia, que lo platicara con alguien más que pudiera ayudarlo mejor, pero todos sus años de macho protector nunca lo dejaron asimilar lo sucedido, menos pedir auxilio. Traté de ayudarlo como yo podía, como yo entendía: queriéndolo más, haciéndole saber que yo estaba ahí, que podía confiar en mí y que si él quería que yo no contara nada, no lo haría. Días después dejó de tomar, aunque no definitivamente. Acaso dos veces más accedió a platicar del tema, sin lograr convencerlo de hacer algo más.
Después de que mis abuelitos fallecieron,  me atreví a platicar esto con mi madre y con una de mis tías, quienes reconocieron que esa bestia que vivió con ell@s había intentado hacer algo parecido con una de ellas. La cultura de la familia: el silencio, la ignorancia, la falta de comunicación, la sumisión que antes era tan común y tal vez también la falta de amor, de atención, les impidieron levantar la voz y confrontar el tema, aún con los años que ya habían transcurrido.
Hoy mi tío ya no está con nosotros. En uno de sus arranques de alcoholismo y depresión, decidió dejarnos. ¿Cómo saber si prefirió irse que seguir atormentándose con lo mismo? Me pregunto ahora: ¿con esa grieta tan profunda, con esa forma tan obstinada de ser y con ese terrible vicio, cómo darle más ánimos, cómo juzgarlo por haberse quitado la vida si había tanto sufrimiento en él? Sé que la voluntad de hacer o dejar de hacer algo por sí mismo era suya, aunque sigo preguntándome si pude haber hecho algo más, y sé que sí, por eso es que me obsesiona el tema del abuso infantil, por eso es que nunca lo olvido, por eso es que quiero que tod@s recordemos siempre lo importante que es cuidar y comunicarse con l@s niñ@s… sé bien que nadie espera encontrarlo en su familia, pero estoy segura de que much@s tenemos una historia que contar.   

@Mamelowsky

martes, 21 de junio de 2011

101 años


-¡101 años! Me están vacilando. Dijo Romero al abogado de oficio cuando el juez le dicto sentencia. Además ¿Cómo saben que fui yo? ¿Yo nunca he visto a estas chamacas? Bueno… a unas si, pero son bien putas, siempre me andaban zanqueando, me invitaron a su fiesta y ahora dicen que las viole, por eso me cambie de casa ¡carajo! Por que allá en Ecatepec también las pinches chamacas lo buscan a uno y uno pues es hombre.

Del otro lado de la rejilla de prácticas con lagrimas en las ojos varias mujeres y niñas “celebran” la sentencia.
Estela es vecina de Ecatepec, ella curso los últimos tres años de la primaria con pánico, era tanto su miedo que a veces caminaba mas de 3 Kms. rodeando la colonia al salir de la escuela para no encontrarse con el hombre que la arrinconaba y se acariciaba el pene enfrente de ella, temía que si le decía a su mamá el las matara por que se lo dijo tantas veces. Así que aguanto calladita todas las veces que su madre la regaño por llegar tarde de la escuela por “andar de vaga”.  Ella no dice mucho por no ver sufrir mas a su mamá que ha estado “a la vuelta y vuelta” con este asunto, pero sigue con la misma pesadilla: Al dar vuelta a la esquina de su casa lo encuentra, ella corre y grita pero nadie la escucha al final el siempre la alcanza y la obliga a tocarlo.

Entre este grupo esta Daniela de 15 años quien tenía 11 el día que su mamá la mando por el pan y después de muchas horas la encontraron en un baldío con  la ropa hecha jirones y las piernas cubiertas de sangre, han pasado ya 4 años desde el ataque y todavía y a pesar de la ayuda sicológica sigue teniéndole pánico a las calles, a la obscuridad, no tiene amigos y esta cursando la secundaria abierta por que no quiere salir de su casa. Gracias a la denuncia de sus papás atraparon a este maldito.

Rosita  también es vecina de Ecatepec, pero ella no esta presente, ni siquiera sabe que ya esta sentenciado, sus padres al enterarse, simplemente no quisieron saber nada al respecto,  con que dinero (pensaron) vamos a pagar un abogado  y al final para que, si de todos modos ya su hija estaba deshonrada y  así  no valía mas para nadie,  lo mejor que podían hacer era mandarla con su comadre allá al pueblo y olvidarse del asunto, quizá allá pudiera agarrar un marido que no se enterara de lo ocurrido, por mas que Rosita lloro y suplico que quería terminar su secundaria, la decisión de su padre estaba tomada.

Y ellas  fueron las  “afortunadas”, las que vieron como en esta ocasión la ley les hacia justicia.
En el juzgado 60 se presentaron 12 victimas…  pero en realidad nadie sabe cuantas fueron, cuantas siguen viviendo con el secreto, a cuantas no les creyeron, cuantas aun sabiendo que estaba arrestado, por miedo o ignorancia no quisieron ir a rendir testimonio.

Según el Instituto Mexicano de la Juventud cada 15 minutos una mujer es agredida. De estas, ¿cuantas denuncias se presentan?, ¿cuantos culpables hay tras las rejas?  

Sigamos la pista de estas notas perdidas,  hasta que el abuso infantil  sea importante a los ojos de todos.

lunes, 13 de junio de 2011

Secretos que duelen

Son las 6 de la tarde y como la calle esta más fresca que la casa decidimos prepararnos un café y tomarlo en una de las bancas contiguas al parque.
- ¿Te acuerdas cuando me caí aquí de la bicicleta? Que buen porrazo me puse.
- Si, mi mamá te curo los raspones de la rodilla.
- Si, todavía tengo la cicatriz.
Y así la platica giraba sobre nuestra infancia, nuestras responsabilidades, nuestros juegos, nuestra libertad y de cómo todo esto se ha visto modificado por el paso del tiempo, por que los papás trabajan si es que están los dos criando a los hijos…
Mientras platicamos observamos a la gente que nos rodea, la mayoría nos resultan familiares por que son vecinos, niños jugando coches, niñas saltando la cuerda, dos muchachas de servicio coqueteando con el jardinero y una adolescente tecleando el celular con tantas ganas que solo puede tratarse de “mensajear” al novio.
Entre este grupo un poco mas lejos hay un hombre de traje que mira fijamente al grupo de las niñas.
-¿Sera uno de los padres? Pregunto.
-No, es Braulio, el hermano de la Señora del 23, cuida a su sobrina mientras su mamá trabaja, el es abogado.
En ese momento una de las trabajadoras domesticas lo ve, toma a una de las niñas y se la lleva es claro que aunque la pequeña lo llama "Tío Braulio" no quiere ir con el, por que se esconde atrás del uniforme de su nana.
- Mira, se levanta y le ofrece una muñeca pero ella no la toma.
- Yo he visto que a Carlita no le gusta irse con el, pero cuando se lo comente a su mamá, prácticamente me dijo que a mi no me interesaba, que el era quien le ayudaba con la niña y era como un padre para ella.
Evidentemente la nana no nota el temor de la niña, por que la entrega al tío y pide permiso para irse a su casa ya que mas tarde las combis van muy llenas. El le dice con una enorme y seductora sonrisa que se retire y saca un billete de su cartera, la mirada de la niña que hace solo unos minutos era brillante y juguetona se torna vacía cuando de la mano de el camina hacia al auto.
Con el tiempo supimos que el tío Braulio había abusado de Carla y al saberse sorprendido jamás volvió a la casa de su hermana, se quedo con su mujer quien jura y perjura que su Braulio es inocente, que como a sus hijas no les pasa nada, que lo que ella cree es que como Carlita creció sin papá es una coqueta que le gusta andar abrazando a todo el mundo.
Historias como esta, y muchas mas que se pierden entre campañas electorales, discursos sobre economía, y guerras en África, son historias que nos parten el corazón, nos llenan de indignación, que parece que nadie es capaz de poner freno, son las que nos impulsaron a hacer este blog. Un granito de arena para informar, un mensaje de solidaridad, una vista desde los ojos de un pequeño o pequeña cuyo único error fue confiar en quien no debía.
Como madres de familia, como mujeres, como seres humanos debemos dejar de callar y decir a todo el que quiera escuchar, ¡ya basta! Escuchemos de una vez esos Secretos que Duelen.

miércoles, 8 de junio de 2011

La consentida.

Quieres el celular con cámara ¿no? Entonces quédate calladita, por que de todos modos nadie le va a creer a una escuincla tan fea como tú y además piensa en la madriza que te va a poner tu mamá cuando si se entera que me andas seduciendo. Eso era lo que decía su papá mientras se vestía con prisa para irse a trabajar.

"Ale" una niña de 2do grado de secundaria y apenas 14 años comenzó a levantarse de la cama tratando de contener el llanto, ¡como odiaba a su padre cuando se colaba a su cuarto y empezaba a tocarla, como le provocaba asco su aliento mientras le decía “que rica estas hijita” “por eso eres mi consentida” “ándale pendeja, aprende a ser mujer y muévete”.
Pero no había tiempo para llorar estaba por llegar su abuela a ayudarle a cuidar a sus hermanos y no le gustaba encontrarla acostada “Últimamente estas muy rara hijita” solía decirle su abuela mientras calentaba la comida para ella y sus hermanos “¿Pues que te pasa?”
Ya no sabia que contestar, no se puede tener dolor de cabeza cada día, ni estar preocupada por las tareas al grado de no querer comer,  así que contestaba :  Nada, nada abue, son ideas tuyas… que me va a pasar a mi.  Se levantaba de la mesa y se refugiaba en su cuarto pensando como salir de esa pesadilla,  nadie le creería decía su papá, ella era una niña y a las niñas nadie las escucha,  ¿y si se  largaba de la casa?  ¿A donde iría?  Los días pasaban y nada cambiaba en casa tendría que esperar a ser mayor.
Pero para alguien observador como la abuela,   conocedora de los suyos, las cosas no estaban  claras,   anidaba en su corazón temor por sus nietos, sobretodo por  Ale, que estaba tan cambiada,  tan triste los últimos tiempos.
Armándose de paciencia espero el momento oportuno para hablar a solas con ella,  hablo y hablo,  pregunto y pregunto hasta que  aquel dique de temor  de la pequeña se derrumbo y  entre lagrimas y miedo de que no le creyera su abuela, le conto lo que ocurría.
Nada importaron entonces las amenazas del padre,  simplemente no podía callar mas el abuso al que era sometida, mientras su madre era quien tenia que salir a trabajar y ella se quedaba con  su papa en casa,  Ale le conto todo, primero a su abuela y después  en la delegación donde su abuela la llevo para levantar el acta.

Ver nota aqui.